Se entiende por género el conjunto de características sociales, culturales, políticas,
jurídicas y económicas asignadas socialmente en función del sexo de nacimiento
(PNUD, 2008). La categoría de género permite evidenciar que los roles, identidades
y valores que son atribuidos a hombres y mujeres e internalizados mediante los procesos
de socialización son una construcción histórica y cultural, es decir, que pueden
variar de una sociedad a otra y de una época a otra.
Históricamente a las mujeres y a lo femenino se les otorgó el espacio de lo privado,
caracterizado por funciones reproductivas, en las cuales la maternidad y el rol doméstico
se constituyeron en el eje principal para la construcción de las identidades
de las mujeres. A los hombres se les atribuyó el espacio de lo público, con el ejercicio
de funciones productivas y políticas, y el papel de proveedor económico y jefe del
hogar, con la potestad para ejercer el dominio sobre la vida, cuerpo y sexualidad de
las mujeres, hijos e hijas.
Es importante tener en cuenta que el género se articula con otras categorías como:
edad, etnia, orientación sexual, discapacidad y situaciones como por ejemplo el desplazamiento
forzado, el conflicto armado o la situación migratoria, entre otras. Por
lo tanto, se reconoce la diversidad y heterogeneidad de las mujeres y de los hombres,
propuesta que se relaciona con el concepto de equidad de género, puesto que implica el reconocimiento y valoración de dicha diversidad. Es decir, que el género
se refiere no solo a las relaciones y desigualdades entre hombres y mujeres (intergénero),
sino también a las intragénero.
De otra parte es importante resaltar que el género no es sinónimo de mujer, como
ha sido utilizado en muchas ocasiones. El género es una categoría de análisis que
permite tener una comprensión integral de la sociedad, la política, la economía, la
historia, entre otras, que visibiliza las relaciones de poder existentes en diferentes
espacios, tanto públicos como privados. El género es una forma de ordenamiento de
las relaciones humanas que históricamente ha producido violencias, desigualdades y
discriminaciones, principalmente para las mujeres, sin desconocer que los modelos
hegemónicos de la masculinidad además de tener graves implicaciones para la vida
de las mujeres, también afectan a los hombres.
Estas diferencias y desigualdades persisten en la cultura pese a que en la vida real las
mujeres traspasan muchas fronteras, rompen muchos paradigmas y están cada vez
más articuladas a la producción económica, a la generación de ingresos y a procesos
de participación social y política. Persisten brechas de género que es necesario reducir;
en especial las referidas a la ciudadanía plena de las mujeres y a la eliminación de
las múltiples formas de discriminación y de violencia, sobre todo las violencias sexuales,
que se ejercen en su contra por el simple hecho de ser mujeres o de identificarse con el género femenino.
Si bien es cierto que las desigualdades y discriminaciones en razón del género se han
venido transformando gracias a la incidencia del movimiento feminista, los procesos
de fortalecimiento de las democracias, el papel de Naciones Unidas y los demás sistemas
regionales de Derechos Humanos y el reconocimiento de los derechos de las
mujeres, y gracias a que cada vez un mayor número de mujeres ocupan más espacios
y ejercen diversos roles en el mundo social, económico, político, cultural y científico,
todavía persisten brechas de género que es necesario erradicar, en especial las referidas
a la baja participación política de las mujeres, la magnitud de las diferentes
formas de violencia y discriminación contra las niñas, adolescentes y mujeres, y la pobreza,
principalmente de mujeres rurales, pertenecientes a grupo étnicos y víctimas
del conflicto armado, entre otras.
Específicamente en el ámbito de la salud, el género ha sido incluido como uno de los
determinantes de la salud. En los procesos de salud-enfermedad influyen los imaginarios,
creencias, discriminaciones, desigualdades, prácticas y roles tradicionales de
género; las relaciones de poder asimétricas, las identidades femeninas y masculinas
hegemónicas, las valoraciones sociales sobre el cuerpo, la sexualidad y la reproducción,
y la autonomía y ejercicio de derechos, entre otros.
Ante la persistencia de las brechas de género, se hace necesario incorporar el enfoque
o perspectiva de género en las políticas económicas y sociales para construir
una sociedad equitativa, democrática, incluyente, basada en la justicia y en el
ejercicio de los Derechos Humanos. En los procesos de planificación y formulación
de política pública se deben tener en cuenta los principales aspectos relativos a las
funciones asignadas socialmente a mujeres y a hombres y a sus necesidades específicas.
En efecto, si se desea alcanzar el desarrollo sostenible, las políticas de desarrollo
deberán tener presentes las disparidades existentes entre hombres y mujeres en el
campo del trabajo, la pobreza, la vida familiar, la salud, la educación, el medio ambiente,
la vida pública y las instancias de decisión.
El enfoque de género se puede entender como una perspectiva, propuesta o herramienta
conceptual, metodológica y política, que:
- Visibiliza las desigualdades, discriminaciones y violencias en razón del género, así como el ejercicio de poder y los roles que ejercen mujeres y hombres.
- Detecta los factores de desigualdad que afectan a hombres y mujeres en los diferentes ámbitos de interacción humanos (familiares, sociales, económicos, culturales y políticos).
- Planea acciones para transformar las estructuras que mantienen las inequidades, discriminaciones, violencias y exclusiones por razón del género.
- Busca la construcción de identidades femeninas y masculinas que no se basen en los modelos hegemónicos de ser mujer y ser hombre.
- Propone una valoración equitativa de los espacios y actividades productivas y reproductivas, y una distribución justa de los roles entre hombres y mujeres.
- Promueve la construcción de una sociedad más equitativa y democrática para mujeres y hombres a través de un ejercicio paritario del poder en todos los espacios, desde los personales hasta los colectivos.
Para efectos del PDSP, incorporar el enfoque de género significa visibilizar e intervenir
las inequidades derivadas de las relaciones establecidas entre hombres y mujeres,
como sujetos en distintos momentos vitales, con diversas cosmovisiones y orientaciones,
en diferentes condiciones sociales y económicas, así como mejorar la capacidad
de evaluación para orientar políticas y programas de manera acertada, ya que
los instrumentos con que cuenta el país para monitorear y evaluar la situación de
equidad de género en diferentes ámbitos son aún deficientes.
Comentarios
Publicar un comentario